Si quieres seguir una dieta sana y equilibrada, el queso fresco es un componente imposible de obviar en la alimentación diaria. Debido a los procesos para su elaboración, este tipo de queso es menos graso que otros, tiene menos calorías y puede ser utilizado en diversidad de preparaciones.
A diferencia de otros quesos, el queso fresco no se somete a ningún proceso de curación, por ello se obtiene un queso blanco, blando, suave y jugoso. El queso fresco, además de ser un excelente aliado para crear diversas recetas, aporta indudablemente a la nutrición y la salud.
Las proteínas del queso fresco tienen un alto valor biológico y conforman el 15 % de su composición.
La baja cantidad de grasas y el considerable aporte nutritivo que ofrece, vuelven al queso fresco un alimento capaz de ser parte de todos los planes alimenticios, incluso de aquellos de déficit calórico.
Actualmente, resulta común el autodiagnóstico de intolerancia a la lactosa, sin embargo vale recordar que este padecimiento debe ser necesariamente diagnosticado por un médico; sin embargo, si sufres de intolerancia a la lactosa la industria nacional ofrece variedad de quesos y productos derivados de la leche que son deslactosados, por ende privarte del consumo de queso fresco ya no será una preocupación.
El queso fresco larga duración es un alimento saludable, nutritivo y de alta calidad, ligero y capaz de saciar el hambre. Su consumo es clave en todas las etapas de la vida: los niños, mujeres embarazadas, y adultos mayores reciben, al consumir una porción de queso fresco, un considerable aporte proteico, calcio, vitaminas A, D y B; además de magnesio, fósforo y potasio.
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